"Toda protesta política profunda es un llamamiento a una justicia ausente, y va acompañada de la esperanza de que en el futuro se terminará restableciendo esta justicia; la esperanza, sin embargo, no es la primera razón para llevar a cabo la protesta. Protestamos porque no hacerlo sería demasiado humillante, demasiado reductor, demasiado terrible. Uno protesta (levantando barricadas, tomando las armas, haciendo una huelga de hambre, unidendo las manos, gritando, escribiendo) a fin de preservar el momento presente, al margen de lo que nos reserve el futuro.
Protestar es negarse a que te reduzcan a cero y a un silencio impuesto. Por consiguiente, en el momento en el que se hace una protesta, si se llega a hacer, ya hay una pequeña victoria. El momento, aunque pase, como todos los momentos, adquiere cierta permanencia. Pasa, pero queda impreso. Una protesta no es principalmente un sacrificio hecho en aras de cierto futuro alternativo más justo; una protesta constituye una redención inconsecuente, insignificante, de algo del presente. El problema reside en cómo seguir viviendo con el adjetivo inconsecuente repetido una y otra vez.
"La cuestión, en realidad, es ¿qué hemos hecho a la democracia? -dice Arundhati-. ¿En qué la hemos transformado? ¿Qué sucede cuando la democracia se agota? ¿Qué sucede cuando se la vacía de significado? ¿Qué sucede cuando todas las instituciones se han metastatizado en algo peligroso? ¿Qué va a suceder ahora que la democracia y el mercado libre se han fusionado en un solo organismo depredador dotado de una imaginación limitada, estrecha, que prácticamente sólo gira en torno a la idea de incrementar al máximo los beneficios? ¿Se puede dar marcha atrás a este proceso? ¿Puede algo que ha mutado volver a ser lo que era?
¿Cómo vivir con el adjetivo inconsecuente? Se trata de un adjetivo temporal, y, tal vez, una respuesta posible, adecuada, sea considerarlo espacial. Acercarse cada vez más a lo que se está redimiendo del presente en los corazones de quienes rechazan la lógica del presente. A veces los narradores consiguen hacerlo.
El rechazo de quienes protestan se convierte entonces en el grito salvaje, la rabia, el humor o el esclarecimiento de las mujeres, los hombres y los niños del relato narrado. La narrativa es otra manera de hacer que los momentos sean indelebles, pues cuando uno oye una historia o lee un relato, éstos detienen el curso unilateral del tiempo y hacen que el adjetivo inconsecuente pierda su significado.
Antes de morir en el gulag, Ósip Maldelstam decía precisamente esto: "Para Dante, el tiempo es el contenido de la historia percibido como un solo acto sincrónico. Y, a la inversa, el objetivo de la historia es mantener el tiempo unido, a fin de que todos seamos hermanos y camaradas en la misma búsqueda y conquista del tiempo." (pág. 87-89)
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