"Llegó noviembre, mes en el que estaban dando los últimos retoques a un documental sobre Hugo Rask. Así que el artista la invitó a un visionado previo, a fin de que aportara ideas y comentarios. Necesitaba su "ojo crítico y su mente aguda" -fueron sus palabras-, pues todavía se podían hacer cambios en el montaje.
Allí
acudió, feliz por las alabanzas, pero aún más contenta ante la
perspectiva del reencuentro. Era la primera vez que se veían en seis
meses, la primera desde aquella charla en el café de la plaza de
Östermalmtorg, cuando él habló de llevarla a Leksand algún día.
El
estudio de montaje -un pequeño local con muebles desvencijados y luces
fluorescentes en el techo- estaba situado en un bajo de la calle
Bergsgatan. Ester dio un paseo hasta allí y llegó con mucha antelación,
de modo que, para no ser la primera en aparecer, se apostó en la esquina
de la calle, desde donde se divisaba bien la puerta de entrada [...] La
mayoría de los asistentes pertenecían a su habitual guarnición de
admiradores, todo ese séquito de aprendices no remunerados procedentes
de las escuelas de arte que trabajaban para él con la esperanza de ver
sus almas ungidas por el pincel del genio.
Apagaron
las luces de la sala y comenzó la película. De una hora aproximada de
duración, seguía al artista en las diferentes fases de su creación y lo
retrataba a través de entrevistas en las que exponía su visión del
mundo[...] Cuando la proyección terminó, todos y cada uno de los
presentes fueron invitados a compartir sus reflexiones. Para
consternación de Ester, nadie emitió un juicio crítico sobre lo que
acababan de ver, ni siquiera había alguien que expresara una opinión
mínimamente interesante. No entendía tantos elogios. Se trataba de un
documental anodino, inacabado y carente de estructura narrativa, que a
lo sumo podría valer como primer borrador, y que había que tomarse como
tal, a falta de la profundidad que solo proporciona la sedimentación de
un largo proceso de trabajo. Era, en resumidas cuentas, una chapuza,
que, para más inri, presentaba un contenido vergonzosamente adulador
[...] Cuando le llegó el turno de hablar, y a fin de no parecer brusca,
sondeó el terreno con una primera pregunta: ¿el propósito había sido
hacer un documental promocional ante las inminentes exposiciones de
Tokio Y Turín? La expresión de Hugo se alteró, acusando de pronto signos
de vulnerabilidad. Contestó que él no se encargaba de la producción,
pero que la película pretendía ser un documental objetivo y penetrante.
Ester guardó silencio mientras reflexionaba sobre cómo formular lo que, a
su juicio, era preciso decir." (fragment pàg. 162-164)
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