divendres, 29 de juny del 2012

CONTES


"La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes... No, decididamente no es éste, more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico. Yo vivo solo, en un cuarto piso de la calle Belgrano. Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido [...] Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.
- Vendo Biblias -me dijo.
No sin pedantería le contesté:
- En esta casa hay algunas Biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente Biblias lo que me falta.
Al cabo de un silencio me contesto:
- No sólo vendo Biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese [...] Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen encuadernado en tela. Sin duda había pasado por muchas manos...
Lo abrí al azar. Los caracteres me eran extraños. Las páginas, que me parecieron gastadas y de pobre tipografía, estaban impresas a dos columnas a la manera de una Biblia. El resto era apretado y estaba ordenado en versículos. En el ángulo superior de las páginas había cifras arábigas. Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras [...] Me dijo que su libro se llamaba El libro de arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.
Me pidó que buscara la primera hoja... todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro.
- Ahora busque el fina.
También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía:
- Esto no puede ser.
Siempre en voz baja el vendedor de Biblias me dijo:
- No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna la última."

(fragment pàg. 147-150)