"Ha dedicado buena parte de su vida a la escritura de ficciones. En ese momento supo que el tiempo acotado de forma implacable que lo esperaba hasta la intervención no era un plazo superfluo, inútil, sino que parecía presentarse ante sí para que lo aprovechase, en una carrera contra el calendario y el reloj, dándole la forma que dispusiese su imaginación y con ello alargándolo cada día, cada hora, en tiempos inventados, que introducirían sus ámbitos en el tiempo real haciéndolo dilatarse y ensancharse.
Mientras pensaba en ello, notó un fulgor dorado en la punta de los dedos y comenzaron a florecer ideas en su cabeza: historias de infancia y adolescencia que eran evocaciones verdaderas o reelaboraciones imaginarias, historias fantásticas y oníricas que reproducían sus temores o sus nostalgias, historias que incluso tenían como pretexto la propia intervención quirúrgica que lo amenazaba: unas más largas que otras, algunas breves como pequeños resplandores sobre Dios y el cosmos, el tiempo y el sueño, la confusión y la certeza...
El Libro de las Horas Contadas.
Esta misma tarde, empujado por un impulso frenético, ha escrito un cuento donde el protagonista es un gigantesco arácnido extraterrestre, de una especie que ha denominado zambuliana, y se lo ha dado a leer a su mujer, que en este momento lo termina [...] Hace una noche cálida, con una brisa muy suave, y a través de las espesas copas de los pinos brillan intermitentemente las luces de la lejana capital, como luciérnagas que estuviesen escondidas entre el ramaje..." (fragment pàg. 30-31)
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