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"La pobre mujer, la Isidora, hasta que sus piernas la aguantaron, estuvo viniendo aquí a escuchar las cartas viejas de su hijo, que ya no le escribía, de la primera a la última, una por una; y cuando se acababan, volvían a empezar. No sé cómo no se hartaron nunca, ninguna de las dos, de la tristeza que mandaba ese niño, angelito [...] Ya no las tengo. Las quemé cuando mi difunta pasó a mejor vida. De qué me servían a mí si soy analfabeto. Se me quedaron de tanto oírlas. ¿De verdad quiere que se las refiera?. ¿Palabra por palabra?. Si usted tiene el gusto de oírlas...
- Hoy es mi cumpleaños y la señora Aurora me ha regalado unos zapatos Gorila y una pelota verde que bota muy alto porque es muy dura. Ya tengo siete años, ¿cuándo va a venir papá a buscarme?. Dígale a la señora Catalina que se fije en lo bien que escribo las letras, en vez de echarme una riña en cada carta por escribir algunas palabras juntas, y dígale que la monjita que me da la lección en la escuela dice que soy muy listo. La señora no quiere que nos mandemos cartas, y yo me he agarrao un berrinche y me he escondido en el chinanclo de la escalera hasta que me ha encontrado el Lorenzo y me ha dicho que él me las echa al correo, y que gritará bien alto las señas por la raja del buzón, como hago yo para que no se pierdan. Y me ha dicho también que no les ponga el remite, por si alguna se llega a perder, para que no la devuelvan y se entere la señora de que le sigo escribiendo..." (pág. 48-50)
- Hoy es mi cumpleaños y la señora Aurora me ha regalado unos zapatos Gorila y una pelota verde que bota muy alto porque es muy dura. Ya tengo siete años, ¿cuándo va a venir papá a buscarme?. Dígale a la señora Catalina que se fije en lo bien que escribo las letras, en vez de echarme una riña en cada carta por escribir algunas palabras juntas, y dígale que la monjita que me da la lección en la escuela dice que soy muy listo. La señora no quiere que nos mandemos cartas, y yo me he agarrao un berrinche y me he escondido en el chinanclo de la escalera hasta que me ha encontrado el Lorenzo y me ha dicho que él me las echa al correo, y que gritará bien alto las señas por la raja del buzón, como hago yo para que no se pierdan. Y me ha dicho también que no les ponga el remite, por si alguna se llega a perder, para que no la devuelvan y se entere la señora de que le sigo escribiendo..." (pág. 48-50)
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