"El sol ascendió. Barras verdes y amarillas cayeron sobre la playa, dorando los costillares de la consumida barca, dando azul brillo de acero a las planas hojas de las algas. La luz casi perforaba las delgadas y rápidas olas que en forma de abanico se deslizaban deprisa sobre la playa. La muchacha, que al sacudir la cabeza había hecho bailar todas las piedras preciosas, el topacio, el aguamarina, todas la piedras preciosas con chispas bajo los líquidos colores, dejó ahora al descubierto sus sienes y, los ojos muy abiertos, trazó un recto sendero sobre las olas, cuyos destellos de escamas se oscurecieron. Se amontonaron las olas, sus verdes oquedades adquirierin profundidad y negrura, y parecía que vagabundos bancos de peces pudieran atravesarlas. Al romper y retroceder, dejaban en la arena una negra raya formada por ramitas y corcho, pajillas y palitos, como si una chalupa ligera hubiera naufragado, reventados sus costados, y su tripulante hubiera ganado a nado la tierra [...] Se alzó el viento. Las olas golpeaban el tambor de la playa como guerreros con turbante, como hombres con turbante y envenenadas dagas, que, agitando los brazos levantados, avanzan hacia los rebaños que triscan, los blancos corderos." (fragment p. 57-59)
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