"Esta historia podría escribirla un novelista o servir para una película. Era en Barajas y de madrugada. Un hombre al que llamaremos Juan y una mujer que cualquiera puede adivinar que se llama Liliana, están hablando en la barra del bar internacional, y todo parece una fiesta. Las luces y los altavoces de los aeropuertos le dan mucho ritmo a las esperas. Bajan y suben las escaleras rodantes. Sobre la cinta continua avanzan maletas anónimas junto a las que llevan etiquetas de hoteles como si fuesen condecoraciones. Hay un reloj en el que se adivinan otras vidas, gente que ahora mismo estará en el trabajo, o fornicando, o metida en un tren: Aquí son las dos horas cuarenta minutos; son en Tokio las diez horas cuarenta minutos; Buenos Aires se acerca a la media noche.
En esto una voz se insinúa y luego se propaga melosa hasta los últimos rincones del aeropuerto. Nos conviene reproducirla.
Los señores pasajeros de Iberia con destino a Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, tengan la bondad de pasar a la Aduana de salida, puerta número dos.
Pausa.
Iberia passangers flying to [...] Y enseguida: Messieurs les passagers d'Iberia à destination [...] Con el prestigio de las palabras se confirma la cosmopolita y audaz, los personajes olvidan la identidad de sus pasaportes para sentirse otros personajes: empujados, dirigidos, flotantes, como si desde una torre alguien hubiera gritado: ¡Acción!" (fragment pàg. 153-154)
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