"Llevo un vestido de seda natural, usado, casi transparente. Con anterioridad fue un vestido de mi madre, un día dejó de ponérselo porque lo consideraba demasiado claro. Me lo dió. Es un vestido sin mangas, muy escotado. Tiene ese lustre que adquiere la seda natural con el uso. Recuerdo ese vestido. Creo que me sienta bien. Le puse un cinturón de cuero en la cintura, quizás un cinturón de mis hermanos [...] Ese día debo llevar el famoso par de tacones altos de lamé dorado... voy al instituto con zapatos de noche [...] Y un sombrero de hombre, de ala plana, un sombrero de fieltro flexible de color de palo de rosa con una ancha cinta negra [...] He olvidado como llegó a mis manos. No se me ocurre quién pudo dármelo. Creo que fue mi madre quien me lo compró y a instancias mías. Única certeza: era una rebaja rebajada [...] Nunca había visto ninguna película con esas indias que llevan esos mismos sombreros de ala plana y trenzas por delante del cuerpo. Ese día yo también llevo trenzas, no las he recogido como hago normalmente, pero no son iguales. Llevo dos largas trenzas delante de mi cuerpo como esas mujeres de las películas que nunca he visto, pero son trenzas de niña. Desde que tengo el sombrero, para poder ponérmelo, ya no recojo mis cabellos [...] Mis cabellos son abundantes, flexibles, dolorosos, una mata cobriza que me llega a la cintura. Con frecuencia me dicen que es lo más bonito que tengo y yo pienso que eso significa que no soy guapa [...] En el transbordador, miren, todavía las llevo. Quince años y medio. Ya voy maquillada. Uso crema Tokalon, intento disimular las pecas que tengo en la parte superior de la mejilla, debajo de los ojos [...] Ese día llevo también los labios pintados con carmín rojo oscuro como en aquel tiempo, cereza. No uso perfume, en casa de mi madre hay agua de colonia y jabón Palmolive.
En el transbordador, junto al autocar, hay una gran limusina negra [...] En la limusina hay un hombre muy elegante que me mira. No es un blanco. Viste a la europea, lleva el traje de tusor blanco propio de los banqueros de Saigón. Me mira. Ya estoy acostumbrada a que me miren. Mian a las blancas de las colonias, y a las niñas blancas de doce años también. Desde hace tres años los blancos también me miran por las calles y los amigos de mi madre me piden amablemente que vaya a merendar a su casa a la hora en que sus mujeres juegan a tenis en el Club Deportivo." (pág. 19-26)
En el transbordador, junto al autocar, hay una gran limusina negra [...] En la limusina hay un hombre muy elegante que me mira. No es un blanco. Viste a la europea, lleva el traje de tusor blanco propio de los banqueros de Saigón. Me mira. Ya estoy acostumbrada a que me miren. Mian a las blancas de las colonias, y a las niñas blancas de doce años también. Desde hace tres años los blancos también me miran por las calles y los amigos de mi madre me piden amablemente que vaya a merendar a su casa a la hora en que sus mujeres juegan a tenis en el Club Deportivo." (pág. 19-26)
Marguerite Duras
fragment de la pel·lícula
feta damunt la novel·la
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