En primera instancia somos un desatino y en últi-
ma instancia un disparate. No sé quién se habrá ocupado
de crearnos, tan indefensos, tan soberbios, tan inauditos,
tan curiosos.
Sin embargo sin embargo y con embargo somos
un misterio que está siempre en el borde del abismo. El
universo sólo sabe burlarse de nosotros, nos abanica con la
pantalla de la muerte como si fuera una novedad. ¡Si sa-
bremos que el no existir existe!
Somos un disparate porque así y todo buceamos
en la fe, buscamos el cielo cuando la lluvia lo desaparece y
abrimos los brazos cuando las catástrofes nos cercan.
Somos un disparate porque elegimos el crepúscu-
lo desde la terraza y nos metemos en la noche sin ninguna
exigencia.
Aquí y allá enfretamos paradojas, inventamos pa-
labras de locura, paréntesis de ansiedad. Y así andamos, des-
calzos, por las piedras, sin que el alrededor nos haga mella.
Y mientras tanto, el mundo mudo nos contempla
y el corazón nos sigue.
Qué disparate.
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