"Mi hija ha sido envenenada -Gamazo hizo un gesto para que Garvía continuara con las explicaciones.
-Alguien está adulterando las hostias consagradas al vacío. Introducen estricnina con una jeringuilla. El tóxico ha aparecido incluso en paquetes de máquinas expendedoras.
-Comprenderán que no podemos permitir que esto trascienda -afirmó Gamazo.
Lo comprendíamos. Desde aquella burbuja del Ritz podíamos imaginar el mundo al otro lado de la puerta cerrada y los titulares de prensa: "Hostias asesinas", "Comunión letal", "El cuerpo de Cristo envenenado". En aquella suite, al otro lado de la puerta, se podía oír ya la indignación de los que siempre se opusieron a la idea, los enemigos del progreso, los partidarios del oscurantismo y las tinieblas. Sentados en aquellos sillones de cuero podíamos prever la catástrofe para el imperio industrial de Gamazo, fabricante exclusivo de los envases ecuarísticos, creador de riqueza y empleo, y por consiguiente, bien podíamos figurarnos el impacto en la economía de la nación.
-La investigación empieza ahora -aseguró Garvía-. El inspector Olmedo se hará cargo. Usted, Olmedo, y otra persona que usted designe serán los únicos de su equipo que tengan conocimiento de lo que están buscando. Sus hombres no pueden saber ni una sola palabra. Trabajarán a ciegas, con los ojos vendados, teledirigidos, pero sin saber siquiera hacia dónde se encaminan. ¿Me he explicado?
-De acuerdo.
-Sólo se comunicará conmigo o directamente con el señor Gamazo. Todos sus informes serán verbales y confidenciales, y no documentará ninguna de sus actividades. Le garantizo que dispondrá de los medios que considere necesarios. Carta blanca, inspector.
-No será fácil, comisario." (fragment pàg. 42-43)
-Alguien está adulterando las hostias consagradas al vacío. Introducen estricnina con una jeringuilla. El tóxico ha aparecido incluso en paquetes de máquinas expendedoras.
-Comprenderán que no podemos permitir que esto trascienda -afirmó Gamazo.
Lo comprendíamos. Desde aquella burbuja del Ritz podíamos imaginar el mundo al otro lado de la puerta cerrada y los titulares de prensa: "Hostias asesinas", "Comunión letal", "El cuerpo de Cristo envenenado". En aquella suite, al otro lado de la puerta, se podía oír ya la indignación de los que siempre se opusieron a la idea, los enemigos del progreso, los partidarios del oscurantismo y las tinieblas. Sentados en aquellos sillones de cuero podíamos prever la catástrofe para el imperio industrial de Gamazo, fabricante exclusivo de los envases ecuarísticos, creador de riqueza y empleo, y por consiguiente, bien podíamos figurarnos el impacto en la economía de la nación.
-La investigación empieza ahora -aseguró Garvía-. El inspector Olmedo se hará cargo. Usted, Olmedo, y otra persona que usted designe serán los únicos de su equipo que tengan conocimiento de lo que están buscando. Sus hombres no pueden saber ni una sola palabra. Trabajarán a ciegas, con los ojos vendados, teledirigidos, pero sin saber siquiera hacia dónde se encaminan. ¿Me he explicado?
-De acuerdo.
-Sólo se comunicará conmigo o directamente con el señor Gamazo. Todos sus informes serán verbales y confidenciales, y no documentará ninguna de sus actividades. Le garantizo que dispondrá de los medios que considere necesarios. Carta blanca, inspector.
-No será fácil, comisario." (fragment pàg. 42-43)
Rafael Reig
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