Me gustan los juegos en que todos
son arrogantes y malignos,
en que son tigres y águilas
los enemigos.
Que cante una voz altiva:
"Aquí, muerte, allí -¡presidio!"
¡Luche la noche conmigo,
la noche misma!
Volando voy -tras de mí van las fieras;
y con el lazo en las manos yo me río...
¡Ojalá la tormenta
me haga añicos!
¡Que sean héroes los enemigos!
¡Acabe en guerra el convite!
Que solo quedemos dos:
¡El mundo y yo!
Entre 1909 y 1912
(pág. 33)
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