"El padre de Yuko era sacerdote sintoísta. Vivía en la isla de Hokkaido, al norte de Japón. Le enseñó a su hijo la fuerza del cosmos, la importancia de la fe y el amor a la naturaleza. Le enseñó también el arte de componer haikus. Un día de abril de 1884, Yuko cumplió diecisiete años. La instrucción ética y religiosa del joven había ya concluido. Había llegado el momento de elegir un oficio. Desde hacía generaciones, los miembros de la familia Akita se dividían entre la religión y el ejército. Pero Yuko no quería ser sacerdote ni guerrero.
- Padre -dijo la mañana de su cumpleaños- quiero ser poeta. El sacerdote frunció el ceño de modo casi imperceptible. - La poesía no es un oficio. Es un pasatiempo. Un poema es agua que corre. Como este río. Yuko clavó la mirada en el agua silenciosa y huidiza. Luego se volvió a su padre y dijo: -Es lo que quiero hacer. Quiero aprender a mirar como pasa el tiempo.
-¿Qué es la poesía? -preguntó el sacerdote. - Es el misterio inefable -constestó Yuko. Una mañana, el ruido de la jarra de agua al estallar hace germinar en la mente una gota de poesía, despierta el alma y le transmite su belleza. Es el momento de decir lo indecible. Es el momento de ser poeta. No adornar nada. No hablar. Mirar y escribir." (fragment pàg. 14-16)
- Padre -dijo la mañana de su cumpleaños- quiero ser poeta. El sacerdote frunció el ceño de modo casi imperceptible. - La poesía no es un oficio. Es un pasatiempo. Un poema es agua que corre. Como este río. Yuko clavó la mirada en el agua silenciosa y huidiza. Luego se volvió a su padre y dijo: -Es lo que quiero hacer. Quiero aprender a mirar como pasa el tiempo.
-¿Qué es la poesía? -preguntó el sacerdote. - Es el misterio inefable -constestó Yuko. Una mañana, el ruido de la jarra de agua al estallar hace germinar en la mente una gota de poesía, despierta el alma y le transmite su belleza. Es el momento de decir lo indecible. Es el momento de ser poeta. No adornar nada. No hablar. Mirar y escribir." (fragment pàg. 14-16)
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