"El salón se abrió el lunes y fue invadido por una clientela exaltada. La mesa de billar había sido cubierta con un paño morado que le imprimió al establecimiento un carácter funerario. Pusieron un letrero en la pared: "No hay servicio por falta de bolas". La gente entraba a leer el letrero como si fuera una novedad. Algunos permanecían un largo rato frente a él, releyéndolo con una devoción indescifrable. Dámaso estuvo entre los primeros clientes. Había pasado una parte de su vida en los escaños destinados a los espectadores del billar, y allí estuvo desde que volvieron a abrirse las puertas. Fue algo tan difícil pero tan momentáneo como un pésame. Le dio una palmadita en el hombro al propietario, por encima del mostrador, y le dijo: - Qué vaina, don Roque. El propietario sacudió la cabeza con una sonrisa de aflicción, suspirando: "Ya ves". Y siguió atendiendo la clientela, mientras Dámaso, instalado en uno de los taburetes del mostrador, contemplaba la mesa espectral bajo el sudario morado. - Qué raro -dijo. - Es verdad -confirmó un hombre en el taburete vecino-. Parece que estuviéramos en semana santa. Cuando la mayoría de los clientes se fue a almorzar, Dámaso metió una moneda en el tocadiscos automático y seleccionó un corrido mexicano cuya colocación en el tablero conocía de memoria."
(fragment pàg. 111 del conte EN ESTE PUEBLO NO HAY LADRONES)
(fragment pàg. 111 del conte EN ESTE PUEBLO NO HAY LADRONES)
1 comentari:
Passen 25 minuts, però passo a felicitar en Gabo.
Aquest llibre de relats té molt bona pinta...:)
Una abraçada, joana!
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