"Adriana giró los botones. la voz del locutor llenó la casa.
-... La danza de los muertos, de Honegger. Texto de Paul Claudel. Interpretación de Jean-Louis Barrault. Atención.
En la cocina, una cafetera pitaba. Tía Amelia la retiró del fuego. Se oyó el rayar de la aguja sobre el disco, y luego la voz dramática y vibrante de Jean-Louis Barrault hizo estremecer a las cuatro mujeres. Ninguna se movía. Miraban el ojo luminoso del sintonizador de la radio, como si de allí viniera la música. En el intervalo del primer disco al segundo se oyó, procedente de la habitación contigua, un estruendo de metales en un ragtime que dilaceraba los oídos. Isaura clavó con fuerza la aguja en la camisa, Adriana fusiló la pared con una mirada mortífera.
- Ponla más alto -dijo la tía Amelia.
Adriana aumentó el sonido. La voz de Jean-Louis clamó "j'existe!", la música remolineó en la vaste plaine y las notas trepidantes del ragtime se mezclaron heréticamente en danza sur le pont d'Avignon [...] El tema del Dies irae sofocó, aniquiló las alegrías de un clarinete bullicioso. Honegger, lanzado a través de los altavoces, logró vencer al anónimo ragtime [...] Disueltas en el aire las últimas notas de La danza de los muertos, Amelia se lanzó a la cena, protestando. Cándida se apartó, recelosa de la tempestad, pero igualmente indignada. Las dos hermanas, impresionadas por la música, hervían en sagrada cólera." (fragment pàg. 97-98)
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