Andrés se burlaba de muchas cosas y de no pocas personas, pero de nadie con más fruición que de sí mismo. ("Si me encontrara por la calle con un tipo como yo, le partiría la cara", le dijo más de una vez al cuello de su camisa) Permaneció en esta postura unos segundos; la idea de la estatua le había distraído. No estaría mal eso de erigirse un monumento. Se esculpiría tal como ahora estaba: la pierna avanzada, el brazo arqueado, enarbolando el pincel como si fuera un florete; un aire entre fiero y melancólico en los ojos... y en la frente la chispa del genio.
Dejó con dolor de pensar en sí mismo y se concentró en su trabajo. Sigilosamente, como un cazador de insectos que quisiera atravesar con un alfiler un coleóptero largo tiempo deseado, se fue acercando a la tela sin hacer ruido; posó el pincel en el punto justo, lo retiró enseguida i exclamó:
-¡Ya lo tengo!
Después se tumbó en el divan y encendió un cigarrillo..."
(fragment pàg. 18-19)
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