"Un cuadro es el corazón del pintor hecho trazos rotos de color. Un cuadro es silencio: el silencio ensimismado del pintor mientras pinta, dando desgarrada voz a su grito interior. Por eso las pinturas expuestas en todos los museos del mundo son falsas sin excepción. Los visitantes creen estar contemplando Los fusilamientos del tres de mayo de Goya, Las Meninas de Velázquez o el Gernika de Picasso, pero en realidad se hallan ante copias adulteradas de la obra que concibieron los artistas. No es que ominosas manos negras hayan ido falsificando cuadros a lo largo de los siglos para colgarlos luego en el Prado, el Louvre o el Guggenheim. Todos esos cuadros son originales, los mismos que pintaron sus respectivos autores. Pero esto no contradice mi anterior afirmación. Porque ¿qué vemos en realidad en los museos? Espacios amplios e inmaculados en los que cuadros geniales ceñidos por marcos carísimos que nunca eligió su autor, permanecen alineados en fila como presos durante el recuento carcelario. Mi padre decía, tal vez bromeando, tal vez muy en serio, que los celadores no están para impedir que los visitantes dañen las obras de arte, sino para evitar que los cuadros intenten fugarse. De niño me contó la aventura de un cuadro de Van Gogh que un día se escapó de un museo [...] Cada día, los cuadros de los museos soportan que los miren oleadas de admiradores boquiabiertos. Sus murmullos, aunque respetuosos y fascinados, van generando una nube de parloteo que acaba por concretarse en las galerías como una bruma de noviembre sobre el mar. Ese ruidillo suave y bienintencionado destruye el silencio que requiere la contemplación de la obra, y además resulta imposible reproducir la soledad en que el autor la pintó. ¿Qué ocurre cuando hablamos en el cine o en un recital de piano? ¿Acaso no nos mandan callar? ¿Qué ocurriría si alguien hablase en voz alta durante una representación de ópera? Los espectadores exigen silencio porque no oyen bien, pero en los museos hablan como si no fueran conscientes de que un cuadro, a la vez que visto, debe ser escuchado. Solo quien oye su silencio puede aproximarse a los sentimientos que impulsaron la mano del pintor."(fragment pàg. 65-67)
A los que luchan por la dignidad de todos. A los huelguistas de la
sanidad pública, a los combatientes de la marea verde, a los
investigadores y científicos que no quieren emigrar, a los trabajadores
de Canal Nou, a los de Telemadrid, a todos los periodistas que no han
renunciado a su oficio, a los voluntarios que paran los desahucios, a
los jueces que se niegan a que la justicia se convierta en un
privilegio, a los farmacéuticos que se saltan la ley a la torera, a los
que trabajan gratis en cualquier sector para mantener en pie los
servicios que este Gobierno está arrebatando a los ciudadanos cuyos
intereses debería proteger, a los que se movilizan, a los que se
indignan, a los que protestan por ellos y por los demás.
A los pequeños héroes de la vida cotidiana. A los pensionistas que
mantienen a sus hijos en paro con una pensión raquítica. A los abuelos
que esta noche cenarán una tortilla francesa para que sus nietos no se
queden sin juguetes. A las cocineras que harán milagros con el dinero
que hace poco se gastaban sólo en turrón. A los que cantan y bailan con
un sapo atravesado en la garganta. A los que van a contribuir a encender
las luces de sus casas con la miseria que cobrarán el 8 de enero por
veinte días de trabajo temporal, sirviendo mesas o empaquetando regalos.
A los que recuerdan Navidades mucho más pobres, y se extrañan de que
éstas nos den tanto miedo.
A los que lo están pasando mal. A los que no tienen trabajo, a los
que no ven la luz, a quienes no duermen por las noches, a quienes
sienten que les han robado el futuro. A todos ellos, cualquiera que sea
el significado de esas palabras en este año maldito, feliz Navidad. A
los demás, no. A los culpables, a los corruptos, a los indiferentes, a
los insolidarios, a los mentirosos, lo único que les deseo es que se
intoxiquen con una ostra justiciera. Ojalá.
En cierta forma, todos somos Hobbits. Representan al
inocente que carece de experiencia en la guerra, en conflictos y que,
repentinamente, se encuentra inmerso en todo ello
Com un cel blanc, damunt els arbres adormits,
els encongeix les branques,
una mica de fred a les puntes dels dits
ens fa veure les tecles més blanques.
Però en la febre pàl·lida dels teus palmells infants,
ni freda ni poruga
la música comença, i et salta, entre les mans,
un ocell que palpita i que juga.
Màgic ocell! L’hivern, vençut pel seu encís,
fa tres passes enrera.
Quan mor, amb el silenci jo torno, més feliç
de més lluny que d’una primavera.
En la vida se había permitido muy poco, pues era parco en el consumo, retraído en las diversiones y escueto en el regalo. Sólo daba palabras, habladas o escritas; con las habladas conquistó amigos, con las escritas, fama. Triste en el amor, monógamo por desidia, dejó que uno de sus personajes femeninos se enamorase de él. Se acostó con ella repetidas veces, la disfrutó durante meses, pero cuando ella le pidió que diera el paso de comprometerse, se puso a escribir otra novela.(pág. 412)
"Em fa la sensació que no estic tota sola, que algú m'observa, que em torç el pensament, o que fins i tot, m'habita. Ja sé que és absurd, això , i que el que em passa és que no aguant aquesta solidtud i m'invent esperits, i repàs l'entorn, i torn a col·locar les quatre coses que hi ha damunt la taula. Els diccionaris, els retoladors, la llibreta de prendre notes, la impressora, els compactes. Per més tard he preparat la Missa de Santa Cecília de Haydn, en una edició econòmica que vaig comprar a l'FNAC i que encara no he escoltat [...] M'he tret les lents de contacte, i m'he posat la loció hidratant per la cara i el coll, i la crema per evitar que la pell dels talons i els colzes em faci escates, i el pijama, i els peücs vermells que na Teresa em va regalar com a remei per als meus peus freds. Ara, quan deixi d'escriure aquest fragment de dietari, rellegiré alguna cosa de Lispector que tant m'impressiona. Vaig posar Aigua Viva de manera quasi automàtica dins la maleta.
A l'habitació s'hi està bé. No obstant això, els crits dels animals salvatges que sonen amplificats per les muntanyes i la neu i la fosca que m'arriben des de fora m'impacienten una mica. Fa una nit lletja. El vent em desassossega. He cercat un sinònim per la paraula neu i només em surt "glaç", "gel", però per a mi no és el mateix. Escriure sobre el paisatge d'aquí dalt és complicat. No vull descriure els moviments de les branques dels arbres carregats de neu com si fossin fantasmes. No ho vull fer perquè em sembla una imatge tòpica, però el soroll de la neu caient a terra o empesa contra la meua finestra m'intranquil·litza molt, i com que no ho vull veure he abaixat les persianes i he tancat les cortines. Ara intentaré imaginar que sóc a qualsevol indret del món civilitzat, i que a fora, en lloc de neu i muntanyes hi ha arena i la mar, i un passeig marítim, perquè un paratge urbanitzat sempre em dóna més seguretat. Uah, un altre animal que piula. Em sembla que per molt que ho intenti, no aconseguiré la calma que necessit per descansar. Un poc d'impressií sí que fa aquest lloc. Si almenys ella fos aquí."(fragment pàg. 116-117)
"Toda protesta política profunda es un llamamiento a una justicia ausente, y va acompañada de la esperanza de que en el futuro se terminará restableciendo esta justicia; la esperanza, sin embargo, no es la primera razón para llevar a cabo la protesta. Protestamos porque no hacerlo sería demasiado humillante, demasiado reductor, demasiado terrible. Uno protesta (levantando barricadas, tomando las armas, haciendo una huelga de hambre, unidendo las manos, gritando, escribiendo) a fin de preservar el momento presente, al margen de lo que nos reserve el futuro.
Protestar es negarse a que te reduzcan a cero y a un silencio impuesto. Por consiguiente, en el momento en el que se hace una protesta, si se llega a hacer, ya hay una pequeña victoria. El momento, aunque pase, como todos los momentos, adquiere cierta permanencia. Pasa, pero queda impreso. Una protesta no es principalmente un sacrificio hecho en aras de cierto futuro alternativo más justo; una protesta constituye una redención inconsecuente, insignificante, de algo del presente. El problema reside en cómo seguir viviendo con el adjetivo inconsecuente repetido una y otra vez.
"La cuestión, en realidad, es ¿qué hemos hecho a la democracia? -dice Arundhati-. ¿En qué la hemos transformado? ¿Qué sucede cuando la democracia se agota? ¿Qué sucede cuando se la vacía de significado? ¿Qué sucede cuando todas las instituciones se han metastatizado en algo peligroso? ¿Qué va a suceder ahora que la democracia y el mercado libre se han fusionado en un solo organismo depredador dotado de una imaginación limitada, estrecha, que prácticamente sólo gira en torno a la idea de incrementar al máximo los beneficios? ¿Se puede dar marcha atrás a este proceso? ¿Puede algo que ha mutado volver a ser lo que era?
¿Cómo vivir con el adjetivo inconsecuente? Se trata de un adjetivo temporal, y, tal vez, una respuesta posible, adecuada, sea considerarlo espacial. Acercarse cada vez más a lo que se está redimiendo del presente en los corazones de quienes rechazan la lógica del presente. A veces los narradores consiguen hacerlo.
El rechazo de quienes protestan se convierte entonces en el grito salvaje, la rabia, el humor o el esclarecimiento de las mujeres, los hombres y los niños del relato narrado. La narrativa es otra manera de hacer que los momentos sean indelebles, pues cuando uno oye una historia o lee un relato, éstos detienen el curso unilateral del tiempo y hacen que el adjetivo inconsecuente pierda su significado.
Antes de morir en el gulag, Ósip Maldelstam decía precisamente esto: "Para Dante, el tiempo es el contenido de la historia percibido como un solo acto sincrónico. Y, a la inversa, el objetivo de la historia es mantener el tiempo unido, a fin de que todos seamos hermanos y camaradas en la misma búsqueda y conquista del tiempo."(pág. 87-89)
"Va ser Wagner, comptat i debatut, un músic? En qualsevol cas, va ser alguna cosa més: és a dir, un incomparable histrió, el més gran mim, el més sorprenent geni del teatre que els alemanys hagin tingut mai, el nostre director escènic par excellence. Pertany a un altre lloc que no a la història de la música: no se l'ha de confondre amb els grans genuïns. Wagner i Beethoven: això és una blasfèmia -i al capdavall una injustícia, fins i tot per a Wagner... Tampoc com a músic no va ser altra cosa que el que era de fet: si esdevingué músic, si esdevingué poeta, és perquè el tirà que duia a dins, el seu geni d'actor, l'hi obligà. Res no es comprèn de Wagner si no es comprèn el seu instint dominant.
Wagner no va ser músic per instint. Ho demostrà amb el fet que sacrificà tota legalitat i, més precisament, tot estil a la música, per fer-ne el que necessitava, una retòrica teatral, un mitjà d'expressió, d'intensificació del gest, de suggestió, de pintoresquisme psicològic. Wagner ens hauria d'aparèixer aquí com un inventor i un innovador de primera categoria -ell va fer créixer fins a l'incommensurable les capacitats lingüístiques de la música: és el Victor Hugo de la música com a llenguatge. Sempre a condició que abans s'admeti que la música ha de ser, sota certes circumstàncies, no pas música, sinó llenguatge, instrument, ancilla dramaturgica. La música de Wagner, quan no està sostinguda pel gust teatral, un gust molt tolerant, és senzillament mala música, potser la pitjor que mai s'hagi fet. Quan un músic ja no sap comptar fins a tres, esdevé "dramàtic", esdevé "wagnerià"... (fragment pàg. 52-53)
"L'endemà vaig tornar a passar per Shepp Meadow de camí cap a una lectura de poemes que feien a l'YM-YWHA de Ninety-second Street, i em vaig fixar en el fullatge moribund de colors vius. Havia plogut feia una estona, i els claps de núvols banyats de llun s'anaven esparracant. Les branques dels erables i els oms no es movien.
La pluja havia privat molta gent de sortir a fer esport després de la feina, i el parc era quasi buit [...] Al cel hi havie les últimes clarors del dia, i total la llum que hi quedava era una ratlla de blau que es veia entre els edificis de la banda de ponent.
Vaig percebre un canvi en el tràfec distant de la ciutat, de final de jornada: la gent tornant-se'n cap a casa o començant el torn de nit, els preparatius per al sopar a milers de cuines de restaurant, i la tènue claror groga que es projectava de les finestres dels pisos. Vaig afanyar-me a sortir del parc i vaig pujar per Lexington fins a la sala de conferències on, quan tots ens vam haver assegut, van presentar el poeta. Era polonès i anava vestit de marró i de gris; i, tot i que era relativament jove, tenía els cabells ben blancs. Va pujar al faristol entre aplaudiments, i va dir: No tinc intenció de parlar de poesia, sinó de la persecució, si permeten aquesta llicència a un poeta. Què podem entendre sobre les arrels de la persecució, sobretot quan la victima d'aquesta persecució és una tribu, una raça o una comunitat cultural? Començaré explicant un cas. Dominava l'anglès, però l'accent tancat que tenia i la forma com allargava les vocals i feia vibrar les erres li donaven un aire vacil·lant, com si mentalment traduís cada frase abans de pronunciar-la. Mirava el conjunt de la sala, a tothom i a ningú en concret, i els llums se li reflectien a les ulleres de tal manera que semblava que tingués un gran pegat blanc a sobre de cada ull." (fragment pàg. 56-57)
Em va tocar tocant Mediterrani. Per barret Pirineus, i una llesqueta. Per sabata Oriola d'estranquis. I per cor duc a Alcoi, la terreta.
Per senyera, senyors, quatre barres. Per idioma, i senyores, català. Per condició, senyors, sense terres. Per idea, i senyores, esquerrà.
Queda clara, per tant, per a tothom, la meua carta de naturalesa. No és miracle, ni és un mal son; m'ha tocat, i és la meua feblesa. Quede clar, també, que són covards, tots aquells que obliden les arrels. Seran branca d'empelt en altres prats. I en la mort, rellogats dels estels.
És ben trist encara avui parlar, i posar al seu lloc una història. Fins ací ens heu fet arribar. De tan grossa raó, naix la glòria. I torne a repetir: sóc alcoià. Tinc senyera on blau no hi ha. Dic ben alt que parle en català i ho faig a la manera de València.
"Cuando sabía que Clarence iba a estar fuera de casa durante mucho rato, me gustaba poner discos mientras le daba a la tecla, y mi favorito era entonces el Concierto para orquestade Bartók [...] Aullidos, rechinamientos y una rara modalidad de rozaduras vulcanizadas, sobre todo el tráfico de ahí fuera, combinado con el golpeteo de los compresores, es lo que acabo de oír ahora, cuando he intentado oír algo de Bartók, además de los latidos de mi propio corazón. En aquel entonces, cuando aún me gustaba el Concierto para orquesta, nada más salir Clarencecerraba todas las puertas y ventanas, subía el volumen y entraba en trance. Empezaba del modo habitual, suave y a ritmo normal, pero según iba acelerándose el tempo, con la entrada del metal y la cuerda alta, me ponía a teclear más deprisa, y cerraba los ojos y no oía la máquina de escribir, pero la sentía estremecerse bajo mis dedos, y me ponía a balancearme en la silla. Pasados un par de minutos, a veces, una cinta de palabras empezaba a fluir de la música al papel, gota a gota al principio, luego en chorro, y ya no me dejaba ir, me dejaba caer en la música, y era como caer desde muy alto sin miedo a llegar al fondo, abandonándome a ello, dando lentas volteretas mientras caía, con la sensación de que mis dedos eran instrumentos que la música empelaba para escribir lo que quería -la música o la máquina, no sé cuál de las dos-, que la máquina se había transformado en el lenguaje de mis manos, no de mi cabeza, sin el peso de la reflexión [...] Con el clamor bestial de la música, con la máquina tronando bajo mis dedos, permanecía de espaldas a la puerta, sin el manor barrunto de que Clarence estuviera allí hasta que apagaba el tocadisco. Clarence y yo no teníamos el mismo gusto musical. No era lo suyo , reaccionar con alguna comprensión cuando le decía: "Mira, es Bartók, es puro Bartók", y le tendía diez o doce folios. Se limitaba a echarles un vistazo y luego recorría la casa entera abriendo ventanas."(fragment pàg. 98-100)
Dado que la vena poética no es una arteria donde circulan vehículos de toda clase, me pregunto hasta qué punto esta rima molesta la interrogación. En realidad, quería hablar del otoño que se fue. Los otoños no piensan en la gravedad o levedad de sus días de oro. No piensan y punto. Entonces rimo y me pregunto por qué debiera yo pensar en él, otoño que pasó, llevándose un dolor viejo y trayéndome un dolor nuevo. Voy a seguir este poema en una calle que me lleve lejos de él. Adiós, poema, adiós, otoño, adiós, juan gelman, otro que el necesario para mí. Llueve sobre paredes conocidas y quién sabe adónde irá mi mano clausurada que no escribió su dirección. (pág. 965-966 Poesía reunida) Juan Gelman
Somos el tiempo que nos queda Ligeramente tumefacta pero ofrecida con codicia, llegó la boca hasta el lindero de la precaria intimidad. Iban reptando las parejas que se apiñaban en lo oscuro: no se miraban, se sumían en un compendio de sudores, se convertían en secuaces de la penumbra suspensiva. Como un furtivo postulado brilló el mechero de los cómplices.
No te preocupes no me he ido, ¿cómo iba a irme sin saber? Somos el tiempo que nos queda.
Y ya los cuerpos se anudaban bajo la oscura marquesina, sin decidir con qué argumentos recobrarían su ansiedad. Era una esquirla el clarinete, un estertor de la armonía.
Toda la noche resonando como una sábana en tus pechos, toda la noche entre emboscadas buscando llaves que no abrían.
Chorros de gritos tan vehementes que entrechocan con los vasos iban tiñendo de lujuria los cortinajes y butacas. Entre el estruendo de los rótulos unas caderas rebullían como impulsadas por la piel incandescente del tambor.
Mira qué prendas, qué proclamas de irremediable soledad. Habla más alto, no se escucha más que el furor de los licores. Todo está lleno de luciérnagas y de insufribles fumarolas, todo parece confiscado por los que nunca saben nada.
Pero la boca ya ofrecía sus rezumantes terciopelos, boca promiscua, saturada de zumos ávidos y esguinces. Está invadida de jadeos, no se parece a las demás. No se parece, no es mentira.
Pisando vidrios, esgrimiendo restos de yerbas y de músicas, llegaron nuevas avalanchas de adormilados oficiantes. Era la hora del suicidio y algunos miembros de la secta se desnudaron en la sala con voluptuosa dejadez.
¿Cómo evitar el simulacro, cómo vivir sin desvivirnos? Surcan los días por tu vientre. Somos el tiempo que nos queda.
"-Vamos a ver, ¿qué demonios escribía en esos retratos?
Rebecca tenía una respuesta que había ensayado durante años para utilizarla, cada vez que le hacían esa pregunta, con el fin de zanjar la conversación. Estaba a punto de pronunciarla cuando notó esa luz mortecina y cansada a su alrededor. Entonces dijo algo distinto.
-Escribía historias, dijo.
-¿Historias?
-Sí. Escribía un retazo de una historia, una escena, como si fuera el fragmento de un libro.
El viejecito sacudió la cabeza.
-Las historias no son retratos.
-Jasper Gwyn pensaba que sí. Un día, estando sentados en un parque, me explicó que todos tenemos una determinada idea de nosotros mismos, tal vez apenas esbozada, confusa, pero al final nos vemos llevados a una determinada idea de nosostros mismos, y la verdad es que a menudo hacemos coincidir esa idea con un determinado personaje imaginario en el que nos reconocemos. Por ejemplo el de alguien que quiere regresar a su casa pero ya no sabe encontrar el camino. O el de otro que ve las cosas siempre un instante antes que los demás. Cosas así. Es todo lo que logramos intuir de nosotros [...] Jasper Gwyn me enseñó que no somos personajes, somos historias, dijo Rebecca. Nos quedamos parados en la idea de ser un personaje empeñado en quién sabe qué aventura, aunque sea sencillísima, pero que lo que tendríamos que entender es que nosotros somos toda la historia, no sólo ese personaje. Somos el bosque por donde camina, el malo que lo incordia, el barullo que hay alrededor, toda la gente que pasa, el color de las cosas, los ruidos. ¿Lo comprende? -No -Usted hace bombillas ¿nunca ha tenido la ocasión de ver una luz en la que se ha sentido reconocido, que era exactamente usted? El viejecito se acordó de un farolito encendido sobre la puerta de una cabaña, años atrás. -Una vez, dijo. -Pues entonces podrá comprenderlo. Una luz es solamente una pizca de una historia. Si existe una luz que es como usted, también habrá un ruido, una esquina en una calle, un hombre que camina, muchos hombres, o una mujer sola, cosas por el estilo. No se quede parado en la luz: piense en todo lo demás, piense en una historia. ¿Puede comprender que existe, en alguna parte, y que si la encontrara, ése sería su retrato? El viejecito hizo un gesto de los suyos. Parecía un vago sí. Rebecca sonrió. -Jasper Gwyn decía que todos somos una página de un libro, pero de un libro que nadie ha escrito nunca y que en vano buscamos en las estanterías de nuestra mente. Me dijo que lo que estaba intentando hacer era escribir ese libro para la gente que iba a verlo. Las páginas justas. Estaba seguro de poder conseguirlo... Los miraba. Durante mucho tiempo. Hasta que veía en ellos la historia que eran." (fragment pág. 174-175)