Qualsevol cosa
que no t'allunyi gaire
del dia a dia.
Miquel Martí i Pol
"Miro a un lado y a otro y la mayoría de los que caminan cerca de mí son jóvenes. La Atenas de América, llaman algunos a Boston. La ciudad del saber, de las universidades, de la educación. Camino por ella y me pregunto . ¿hoy a alguien le importa de verdad la educación? En esta ciudad o en cualquier otra. Nadie, en ninguna parte del mundo, reconocería que no le importa la educación. Pero los presupuestos representan un menor porcentaje del PBI, los subsidios son cada vez menores, la calidad educativa se degrada. Por momentos me detengo a pensar en estas cosas y siento que soy Robert, que hablo por él, que me apropié de su discurso y cuando reclamo en silencio por una educación de excelencia no hago más que cumplir con eso que Robert exigiría si estuviera aquí. De hecho, cuando él estaba, yo no me preocupaba por estas cosas. Lo escuchaba declamar, enojarse, festejar los progresos pero también protestar por lo que se fue perdiendo. Compartíamos esos comentarios pero no era mi batalla sino la suya. La educación era tema de Robert. Y Robert ya no está. Podría dejar caer el interés en el asunto, que la educación no fuera más que uno de los tantos temas que me convocan, además de mi trabajo. Sin embargo, siento que así como Robert me dejó una casa y dinero con el que mantenerme el resto de mi vida, también me dejó este legado. Boston, aun en este tiempo, sigue siendo una ciudad que da prioridad a la educación y donde muchos quieren estudiar. Jóvenes de todas partes del mundo vienen a sus colegios y universidades. Muchachos y chicas que invaden esta ciudad. Y aunque siempre lo supe, hoy además los veo. Veo una Boston repleta de jóvenes en actividad. Me rodean, marchan delante, detrás, a mis costados. Llevan de un lado a otro de la ciudad sus instrumentos de música, sus libros, sus equipos de vídeo, los papeles con los que estudian. Observo al joven que camina unos pasos delante de mí. Sólo veo su espalda, su cabello, la forma en que anda. Podría haber sido Federico, unos años atrás [...] Hoy, mientras camino en esta ciudad, deseo algo que quedó en el pasado: haber estado allí, haberle cebado mate mientras estudiaba por las noches. No pude desearlo entonces, no me atreví, no pertenecía a mi mundo posible. Hoy sí lo deseo..."
"Por fin he llegado a recalar en esta Sala de espera, ya definitiva cuando se han cumplido los 90 años. Todos estamos siempre en una, desde luego, y podemos ser llamados para el despegue, como en los aeropuertos, pero no se suele pensar en ello salvo una minoría que lo vive angustiada. Yo me siento sereno, satisfecho de haber dejado fuera casi todo, para concentrarme a gusto en mi permanente afán: hacerme quien soy. Aprendiz del vivir embarcado en el viaje hacia mí mismo. Y está casi acabada la figurilla: no queda tiempo para novedades. Así lo pensaba yo cuando, para mi sorpresa, a poco de instalarme aquí descubrí un error de gran alcance en una de mis creencias más arraigadas. Hacía ya cuarenta años que no me había afectado una sacudida comparable. Sin duda la intensidad con que logro concentrarme en este retiro facilita el vuelo de la mente y la lucidez introvertida. Buen motivo para sentirme a gusto y para avanzar a mi encuentro, por el camino de las verdades vitales. No es extraño que, durante años, pasemos junto a esas verdades sin reconocerlas, porque descreer correctamente es mucho más difícil que asumir creencias. Éstas nos son suministradas en abundancia por fuentes que presumimos fiables, sobre todo en la niñez, cuando aún carecemos de sentido crítico. Salimos de la infancia prácticamente programados y después seguimos acosados con "instrucciones generales", lo cual será muy útil para el lamado orden social, pero muy restrictivo para desarrollar vidas personales, cuyo florecimiento exige elegir cada cual sus verdades propias. Ya sé que a esta opinión la llaman relativismo, y que está condenada hasta con penas infernales, pero yo no soy supersticioso. Pues, además, los que así condenan lo hacen por pensar lo contrario; es decir por ser absolutistas. Algo para mí mucho más grave porque tiende siempre a imponerse obligatoriamente, en contra de la libertad de pensar."
"Caminé un rato buscando un hotel. Era un turista en mi ciudad. Para huir de las continuas preocupaciones de la vida diaria, a veces había soñado con dejarlo todo. Todo el mundo lo piensa tarde o temprano. Cambiar de vida, volver a empezar de cero. En el fondo, habría sido incapaz. Por eso el destino lo había decidido por mí. Ya no tenía el maás mínimo punto de referencia. A veces incluso ni siquiera sabía lo que sentía. No era feliz ni desgraciado. Estaba descubriendo una zona extraña, bastante indolora debo decir, de la existencia. Tenía miedo de haberme vuelto insensible, pero no, era otra cosa. Era ser pasajero de tus propios días. Ya no pilotas, simplemente estás ahí, flotando en la sucensión de los acontecimientos. Notaba que mi espalda apreciaba mi nuevo letargo. ¿Por qué había pasado tantos años agobiándome por tonterías?