dimecres, 11 de desembre del 2013

VOLTANT PER MADRID...


"En los portales había gente que contemplaba la lluvia en actitud perfectamente estática. Algunas mujeres con enormes paraguas negros familiares cruzaban la calle o la recorrían con débiles carreras. Las gotas más gruesas, tras chocar en el suelo, rebotaban y divididas por el golpe se iban a estrellar en las medias de estas mujeres, a la altura de los tobillos; si en el suelo habían recogido grasa o suciedad, la depositaban en el entramado de las medias donde dejaban pequenísimas manchas redondas, que parecían pecas u otra manifestación de la piel.
El Vitaminas, protegiéndose bajo una cornisa, avanzaba por Hermanos de Pablo en dirección a Alcalá. Al salir de la farmacia había llorado un poco, no por compadecerse o relajarse, sino por dar respuesta al creciente dolor de garganta y a la fiebre. Como llovía tanto, nadie había advertido que lloraba, y a él mismo le costó bastante trabajo distinguir las lágrimas de las gotas a pesar de que la diferencia de temperatura entre ambas era notable. Tenía que ponerse un supositorio y tomarse dos optalidones antes de decidir qué hacer p adóndedirigirse. En los bares había también bastante gente, porteros ociosos o representantes que de esta suerte habían visto interrumpida su jornada de trabajo; todos miraban con cierta nostalgia a través de los cristales empañados. Desde la perspectiva de Luis -que a pesar de avanzar bajo la cornisa tenía empapado todo el hombro izquierdo e inundados los pies- aquellas gentes se movían como las de un sueño: hablaban y reían sin dejar de mirar a la calle (a él tal vez), pero ni sus palabras ni sus risas tenían voz ni ruido. Se movían y gesticulaban en sus puestos de observación con ritmo semejante al utilizado por los amigos y los familiares alrededor del túmulo. Es la fiebre, dijo; pero esta observación sobre la realidad no le bastó para librarse de una certidumbre ya en otras oacsiones vislumbrada: que él iba en otro tren, o -mejor dicho- que él estaba parado en el desmonte frente al cual pasaba el tren de los otros, y que las veces en que creía haber estado con ellos visitando sus departamentos u ofreciéndoles cigarrillos en el pasillo habían sido sueños montados sobre la soledad, como el pastor que tras oír la locomotora y observar los vagones se tiende en la yerba y con las manos en la nuca fácilmente se imagina estaciones y ciudades y gestos, que los otros aceptan y que él recibe en un intercambio de comunicación muy semejante al que produce la riqueza. 
Desechó la idea de entrar en un bar porque también entre los porteros y los representantes había uniformes y sombreros bajo los cuales sólo podía camuflarse un policía..." (fragment pàg. 108-111)

     http://ca.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Mill%C3%A1s