dimecres, 19 de març del 2014

MOMENTS...

http://www.salamandra.info/fitxa.php?titol=711"Harry se detuvo ante la libreria de la esquina. Vio que entre los vólumenes antiguos habían colocado dos pequeños cuadros, ambos paisajes: el primero, una calle en pendiente cubierta de nieve medio derretida y flanqueada por algunas casas bajas; una luz color rubí (una lámpara humosa tras una ventana) era toda la iluminación del extraño y desolado crepúsculo, que parecía de ceniza, ocre y hierro. El segundo representaba un jardín casi silvestre un día primaveral: el fresco verdor, las flores, el cielo azul poseían una exuberancia extraorinaria, de una calidez y una riqueza que no eran de aquel país, pero que a Harry le pareció reconocer, reencontrarlas en el recuerdo. Indudablemente, pensó sintiendo una impresión confusa pero intensa, había visto en algún sitio, en un sueño o durante la infancia, aquellos sombríos cielos de marzo, de los que la nieve cae a ráfagas, y aquellos jardines caóticos, invadidos por las flores de un breve pero sofocante estío. Se hizo visera con la mano, como para proteger los ojos de una luz demasiado fuerte, porque el recuerdo (si es que era tal y no un sueño) le producía una mezcla de felicidad y tristeza, no sabía por qué. Del mismo modo que ciertos rostros, ciertas casas desconocidas despiertan en la memoria un eco a un tiempo melancólico y dulce, como si nos reencontráramos con los testigos de una vida anterior. No, no era un sueño, sino una realidad lejana, olvidada hacía mucho... Ahora volvía a ver aquellos días de marzo de su tierra, en los que, mientras la tormenta de nieve se abate sobre la ciudad, protegidos tras los cristales dobles, los primeros jacintos, nuncios de la primavera, empiezan a florecer. Tenía la sensación de percibir de nuevo su aroma, unido en su memoria al de la tarta de cumpleaños. Había nacido en marzo [...] Harry se volvió hacia el segundo cuadro. Los cálidos días estivales, la campanilla del vendedor de helados, las flores aplastadas bajo los pies, estrujadas entre las manos, demasiadas flores y hierba... Un perfume excesivamente suave, que confunde y adormece la mente; una luz excesiva, un crudo resplandor, el canto de los pájaros en el cielo... Era un encuentro con su tierra, con su pasado. Aunque entró en la libreria instintivamente, presa de un inexplicable pudor no pidió ver los cuadros de inmediato, sino que se entretuvo cogiendo, entreabriendo, acariciando libros al azar." (fragment pàg. 127-129)