"Pues que he suspendido. Me han salido mal los exámenes.
-Martina
Esto del nombre me mosquea ¿sabes? Es como una especie de conjuro: miras a alguien y sólo dices como se llama [...] Recojo mi nombre del suelo, y de paso el de mi padre, que también se ha caído, y se lo doy:
- Juan
Le sentó fatal [...] Con dieciséis años, si él dice Martina, yo digo Juan [...] Estuve unos diez minutos en mitad del salón. Al cabo de dos o tres ya no esperaba que mi padre me dijera algo [...] Pero, claro, imagina, ahora le tocaba a mi madre. Poli malo, poli bueno [...] Ahora me gustaría que me explicaras por qué has suspendido. ¿Hay algo que te preocupe?. No contesté.
- A lo mejor prefieres hablarlo con otras personas, no con nosotros. Pero si necesitas ayuda...
- Vale.
No lo digas, no lo digas, no lo digas. Pues lo dijo:
-Martina
Voy a empezar a estudiar ya. Ahora mismo. ¿Puedes salir por favor? [...] En vez de estudiar, me he puesto a escribirte. No eres un puto personaje inventado ni eres mi puto amor platónico. Te he encontrado y tú sí tienes música". (pàg. 16-20)
"Porque si hago algo mal, también es como si a ellos les suspendieran. Claro, si hago algo bien sonríen como si les estuvieran aprobando a ellos. ¿Y quién va a suspenderles o a aprobarles? ¿Es que no se dan cuenta de que ellos son los adultos? ¿Es que no se dan cuenta de que detrás de ellos no hay nadie?. Me parece que no, no se dan cuenta, ni lo huelen..."
(pàg. 37)
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