divendres, 1 d’octubre del 2010

A L'OCTUBRE...


El otoño cruzaba

las colinas de débiles
temblores. Cada
hoja caída

estremecía toda una montaña.


Leve rumor de luces y de brisas

rodaba por el valle, se acercaba.
Los pájaros dejaban bruscamente

temblorosas las ramas

cayéndose hacia el cielo, arrebatados

por una fuerza extraña.
Las carnosas ortigas
se apretaban
como un rebaño

inquieto. Levantaban del agua

su cabeza, los juncos.

Las verdinegras zarzas

se crecían.

Imperceptibles, más delgadas

por la tensa postura de su espera,
las hierbas, anhelantes...

Tú llegabas,

y una amarilla paz de hojas caídas
reponía el silencio a tus espaldas.

Ángel González

(Barranc d'Algendar 09.2010)