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"Pese a que continué dejando, a modo de cebo, mendrugos de pan en los bolsillos de mi ropa y por los rincones de mi cuarto de trabajo, estuve varios días sin ver hombrecillos. Comprendí entonces que su presencia dependía también de mi estado de ánimo. De hecho, al evocar otras apariciones, advertí que solían manifestarse cuando sucedía algo raro por la mañana, en el momento de despertar; la sensación, por ejemplo, de que mis músculos eran prestados, no porque funcionaran mal, sino porque yo era consciente de su funcionamiento, como cuando tienes agujetas o gripe. De todos modos, seguí tentándolos con pan duro por todas partes, a la espera de las agujetas o la gripe.
Pasó el tiempo y un día, al despertar, me noté raro. Recuerdo que me incorporé somnoliento y que permanecí sentado en el borde de la cama durante algunos minutos [...] El primer hombrecillo apareció dentro de la taza de café que acababa de emplear mi mujer [...] Me llamó la atención que no se manchara el traje, pese a chapotear en los restos del café como un niño en el barro [...] El segundo hombrecillo salió del interior de una licuadora en desuso. Al poco la cocina estaba llena de hombrecillos cuyo desinterés por mí resultaba sorprendente [...] Hubo luego unos días de calma chicha familiar, sin hombrecillos [...] En uno de tantos sentí unos golpecitos, en el pecho, aunque no podía abrir los ojos para ver de qué se trataba. Finalmente logré levantar un poco los párpados y distinguí a tres o cuatro hombrecillos a la altura de mis tetillas, muy atareados [...] - Estamos fabricándote un doble de nuestro tamaño -añadió-. Hemos tomado una pequeña porción de cada uno de tus órganos para completarlo..." (fragment pàg 13-27)
Pasó el tiempo y un día, al despertar, me noté raro. Recuerdo que me incorporé somnoliento y que permanecí sentado en el borde de la cama durante algunos minutos [...] El primer hombrecillo apareció dentro de la taza de café que acababa de emplear mi mujer [...] Me llamó la atención que no se manchara el traje, pese a chapotear en los restos del café como un niño en el barro [...] El segundo hombrecillo salió del interior de una licuadora en desuso. Al poco la cocina estaba llena de hombrecillos cuyo desinterés por mí resultaba sorprendente [...] Hubo luego unos días de calma chicha familiar, sin hombrecillos [...] En uno de tantos sentí unos golpecitos, en el pecho, aunque no podía abrir los ojos para ver de qué se trataba. Finalmente logré levantar un poco los párpados y distinguí a tres o cuatro hombrecillos a la altura de mis tetillas, muy atareados [...] - Estamos fabricándote un doble de nuestro tamaño -añadió-. Hemos tomado una pequeña porción de cada uno de tus órganos para completarlo..." (fragment pàg 13-27)
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