"En mayo ya habría amanecido pero en noviembre aún es noche cerrada cuando Daniel regresa a su casa y, sin quitarse el tabardo de marino con el que iba en moto, sale a la terraza de su ático a ver la ciudad dormida. Algo que le gusta hacer sobre todo al alba. Mira por si detecta algún rastro de vida... y nada, sólo algún pájaro. Aunque con ojeras, el silencio de la ciudad le ha ido aflojando los rasgos tensos que en dos meses en el periódico se le han afilado. Cuando trabajaba en el Rápido Press se habría entretenido hilandi historias, bajo las tejas del viejo Madrid que ve desde su ático, a partir de pequeños indicios: una combinación tendida a secar -¿qué mujer usa todavía combinación?-, una pelota descolorida en un rincón, un gato rompiéndose en ángulo recto para doblar una chimenea, una nube roja naciendo en el este. Ahora ya no piensa mucho en historias bajo los tejados sino en La Crónica, como si el periódico, en lugar de reflejar la ciudad, tuviese el poder de imponerse a ésta y ocupar la cabeza de sus periodistas, aunque se marchen lejos: el Madrid del ático de Daniel es lo contrario del Madrid de la nueve sede de La Crónica.
Entonces, mientras mira la luna retirarse a cámara lenta en el cielo gris del alba, se pregunta si habría importado que La Crónica publicase la primera versión de la entrevista con Samuel Claude. Y piensa que no. A nadie le importaría oír ese día cosas como las que nles dijo en la cena:
-¿Mi país? -a Samuel Claude le brillaron los ojos-... No sé que es eso, aparte de una gran idea para reforzar la industria filatélica, la venta de armas y los Juegos Olímpicos, y hacer funcionarios a los patriotas, que es lo que suelen ser los países. En realidad yo ya tengo varios y aspiro a morirme con unos cuantos más.
Pero nadie había reparado, ni en ésa ni en otras declaraciones de las que hacen enemigos: la convocatoria de elecciones ocupa toda la portada en segunda edición [...] Unas horas antes, en el vasto garage de la redacción, se veía todavía lleno de gente pero algunos ya tenían las piernas sobre la mesa, borrosos por el humo y postal del periodista entre la niebla, rellenando ceniceros de colillas. Hacían previsiones sobre el futuro, como si las elecciones fuesen a cambiarlo. A Daniel le pareció que su cena con Samuel Claude Y Génova sonaría ahí tan real como una crónica de ovnis avistados sobre la Casa de Campo." (fragment pàg. 67-68)
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