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Palabras
(7 de Septiembre de 1997)
Admiro nuestra Catedral. Es como una flor recién abierta que se regala a los andantes. Su sombra me refresca y yo pienso en comenzar esta columna. Junto a mí, un hombre y una niña, Lara, que, de repente le espeta las preguntas siguientes: ¿qué queréis decir los mayores con "no hay mejor palabra que la que está por decir" y "la palabra es plata y el silencio es oro"? Tiempo llevo sin oír tan lapidarias máximas, tan secuestrarias consignas del mayor bien del hombre: la palabra. Esa maravilla que nos permite exteriorizar, poner en común nuestras ideas, pensamientos y sentimientos y, también a través de ellas adquirir el conocimiento, enriquecernos del saber ajeno, facilitar nuestro crecimiento como seres humanos, hacer posible el mejoramiento de la humanidad [...] Lara: "mira, había una vez en Grecia un hombre muy sabio, muy sabio, ¡más sabido que los abuelos!, que se llamaba Gorgias y escribió "la palabra es un gran poder, es lo que a partir del ser físico más pequeño y menos perceptible ejerce la acción más divina. Puede hacer cesar el temor, quitar la aflicción , suscitar la alegría, desarrollar la piedad", "así que Lara, personina mía, no guardes las palabras, desecha las injustas, las demás regálalas. Te harán mejor y nos harán mejores. No retrocedas y subas al árbol, goza de la dignidad de poder ir erguida, sé persona". Admiro los ojos de Lara, añoro el beso de Lara y me digo: mis columnas serán "el tema de Lara" Y así es.
(pàg. 49-50)
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