dissabte, 12 de febrer del 2011

DOS PERSONATGES I UN DESTÍ COMÚ...


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Tengo

"Ni él mismo sabía si en realidad deseaba ser escritor profesional. Tampoco sabía si tenía talento para escribir novelas. Lo único que sabía era que necesitaba escribir todos los días. Escribir era para él como respirar [...] Tengo era corpulento y tenía la mirada de un campesino madrugador. Llevaba el pelo corto, siempre estaba bronceado, sus orejas eran redondas y arrugadas como coliflores y no tenía aspecto ni de joven con aspiraciones literarias, ni de profesor de matemáticas [...] Cuando Tengo terminaba una novela, se la llevaba a Komatsu. Éste la leía y daba su opinión. Luego Tengo la corregía en función de los consejos del editor. Era como un entrenador que, poco a poco, va subiendo el nivel de la barra. "Puede que en tu caso lleve tiempo", le dijo Komatsu, "pero no hay prisa. Debes asentarte y seguir escribiendo, sin cesar. A ser posible, es mejor que no tires lo que has escrito, porque siempre podría serte útil más adelante." Komatsu le pasó a Tengo un pequeño trabajo de redacción. tenía que escribir textos anónimos para una revista femenina que publicaba su editorial. Despachaba todo lo que le encargaban, desde reescribir cartas al editor, hasta redactar breves reseñas de películas o de nuevas publicaciones [...] este tipo de trabajo era de agradecer, porque le proporcionaba unos ingresos adicionales y le servía como práctica de la escritura." (fragment p. 37)

Aomame

"Una vez que acabó el trabajo, y después de caminar durante un rato, Aomame cogió un taxi y se dirigió al hotel en Akasaka. Antes de de volver a su casa y dormir, necesitaba calmar los nervios con una copa. Y es que hacía tan sólo un rato había enviado al otro barrio a un hombre. Aunque fuera un hijo de puta que se merecía que lo mataran, una persona era una persona [...] Pasaba un poco de las siete cuendo entró en el bar. Un joven dúo de piano y guitarra interpretaba Sweet Lorraine. Era una copia de una vieja grabación de Nat King Cole, pero no estaba mal. Se sentó en la barra y pidió un gin tonic y un plato de pistachos. El bar aún no se había llenado. Se puso a contemplar el paisaje nocturno, una joven pareja que bebía cócteles, un grupo de cuatro personas que vestían traje que parecían hablar de negocios y un matrimonio extranjero de mediana edad con un vaso de Martini en la mano. Aomame bebía el gin tónic con calma. No quería emborracharse demasiado rápido. La noche era joven.
Sacó un libro de la bandolera y se puso a leerlo. Trataba del ferrocarril de Manchuria en la década de 1930 [...] Con el paso del tiempo, el número de personas fue aumentando de forma progresiva. Pero no veía al tipo de cliente que estaba buscando. Aomame pidió un segundo gin tonic y siguió leyendo.
" (fragment p. 78-79)