dimecres, 6 de març del 2013

JOSÉ

 "Tampoco hablaron nunca de lo que querían los ángeles. María los recibía en secreto, y él se limitaba a atenderla a su marcha. Ni siquiera sabía como eran. ¿Eran siempre los mismos?, ¿su figura se confundía con la de los hombres? Una vez creyó ver a dos de ellos. Las sombras inmensas, tan altas como la tapia, y, aunque luego daría por falsa esa percepción, la presencia de tres extremidades a la altura del pecho. Otra, las oyó. Sus voces profundas, el sonido terrible de su respiración, como si se estuvieran ahogando. El temor inicial se fue transformando en un odio profundo hacia todo lo que tenía que ver con ellos. Ese odio agudizó sus sentidos. Llegaba a presentir su llegada, que anunciaban ciertos signos inconfundibles. Las alteraciones de los alimentos, cuyo sabor uniforme, dulzón, de materia descomponiéndose, le obligaba a escupirlos de la boca; los pequeños cambios en la percepción de las cosas, su pérdida de peso y la presencia de fenómenos alucinatorios (voces confusas, inesperadas, la irrupción de figuras extrañas cuya sola presencia contradecía las leyes de la naturaleza).
Estos fenómenos intensificaban su inquietud. ¿Cuál era su sentido? ¿Por qué la aparición de los ángeles era indisociable de aquellos oscuros presagios? Y lo que era más importante, ¿quienes eran de verdad, y qué relación tenían con María y el niño que iba a tener? A menudo se sorprendía pensando en ese niño con odio, como en un intruso que había venido a interponerse entre ellos. Veía el vientre abultado de su esposa y temía por lo que pudiera llegar a pasarle cuando llegara el momento de parir. Pero ella, lejos de temer la llegada de ese momento, sólo vivía para aguardarlo. Preparaba la ropita del niño, le hablaba como si ya le tuviera en sus brazos y pudiera entender lo que decía. ¿Y si se trataba de un sueño -pensaba José-, si, como había oído que podía llegar a suceder, la hinchazón de su vientre estuviera provocada por la fuerza de una ensoñación mórbida y hasta los mismos ángeles fueran figuras de su pensamiento? Pero no, no se trataba de un sueño." (fragment pàg. 161-162)