divendres, 3 de maig del 2013

DUBTES...


"Al despertar me he encontrado en un extraño estado, más febril que ansioso. He dejado el teléfono descolgado, he acometido la relectura de mi Rousseau y de mi Montesquieu. He leído diez horas seguidas, interrumpiéndome apenas para comer dos huevos duros y una loncha de jamón. Curiosa experiencia: reanimar estos textos nacidos de mi pluma y olvidados. Por momentos me interesaban, me sorprendían como si otra los hubiera escrito; sin embargo reconocía ese vocabulario, esos cortes de frase, esos comienzos, esas elipsis, esos tics; esas páginas estaban totalmente impregnadas de mí, era una intimidad repugnante como el olor de una habitación donde uno ha estado confinado demasiado tiempo. Me obligué a tomar el aire, a cenar en el pequeño restaurante de al lado; en casa me he bebido unas tazas de café muy fuerte y he abierto mi último ensayo. Lo tenía bien presente y sabía de antemano cuál sería el resultado de esa comprobación. Todo lo que tenía que decir había sido dicho en mis dos monografías. Me limitaba a repetir bajo otra forma aquellas ideas que tenían interés [...] Así es: había pasado tres años escribiendo un libro inútil. No solamente errado, como algunos otros en los cuales, a través de torpezas y tanteos, abría perspectivas. Inútil. Para echar al fuego [...] Así que me he quedado en casa, a rumiar mis pensamientos. Franqueaba la puerta del liceo de Bourg, casi tan joven como mis alumnas, miraba con compasión a los viejos profesores de cabellos grises. ¡Y zas! Me he vuelto una vieja profesora, y después la puerta del liceo se ha cerrado. Durante años mis clases me dieron la ilusión de no cambiar de edad: en cada nueva temporada escolar las reencontraba, igualmente jóvenes y me identificaba con esa inmovilidad. En el océano del tiempo yo era una roca batida por las olas siempre nuevas y que no se mueve ni se desgasta. Y repentinamente el flujo me arrastra y me arrastra hasta que me hunda en la muerte [...] Hay que esperar siempre que el azúcar se derrita, que el recuerdo se esfume, que la herida cicatrice, que el sol se oculte, que el fastidio se disipe. Extraño corte entre esos dos ritmos. Al galope de mis días huyen y en cada uno de ellos languidezco." (fragment pàg. 65-67)