dimecres, 17 d’octubre del 2012

RECOMENÇAR...

 
"Me despierto al lado de un cuerpo cercano y desconocido. Me muevo cuidadosamente en la cama, a tientas en un día que se abre tenebroso. Bajo el edredón he estado casi a punto de olvidarme de que ya no somos amantes. Él tiene los ojos abiertos y los siguientes tres cuartos de hora también parece haberlo olvidado. 
Cuando me salgo deslizándome de la cama, él ya se ha vuelto a dormir, me estiro para coger mi reloj nuevo y veo que la hora de mi conciencia se ha parado a las 7:05. A esa hora nací yo, hace exactamente treinta y tres años y tres semanas. Miro el reloj como a un corazón de ganso que ha dejado de latir.  
Todo tiene su momento: el dormir tiene su momento, el amar tiene su momento, el separarse tiene su momento, el correr tiene su momento. Salgo furtivamente del cálido edredón de matrimonio, abro la puerta a la oscuridad fría del alba, salgo a las escaleras con las zapatillas de deporte en la mano [...] Empiezo a correr siguiendo la franja divisoria que hay entre los dos carriles de la carretera. Los rostros de los coches son silenciosos y cansados. Las luces rojas de frenado parpadean reflejadas en la fina capa de hielo de los charcos del cruce. Lo único que me diferencia de una mujer joven camino al trabajo son las zapatillas y la ubicación en una isla de paso entre las dos vías del tráfico.
Al correr dejo atrás once coches detenidos en línea delante del semáforo y nadie se está besando en medio de esta helada, ni siquiera aquellos que han guardado el coche dentro, en un garage con calefacción. Sin embargo, por lo general todo el mundo se levanta de buen humor y todavía sigue de buen humor mientras tiene la cara hinchada por el sueño, con los ojos rodeados de ensoñaciones, cayendo en la cuenta de cómo funciona el coche y esas cosas [...] Una leve capa de nieve lo cubre todo pero aun así mis pies se agarran bien y corro por el camino de gravilla, adentrándome en los rayos de los focos, de un modo no muy diferente al de un preso que va a correr su vuelta diaria en un campo vigilado." (fragment pàg. 61-63)