"La calle, como cada día, estaba abarrotada: gente corriendo de aquí para allá, hablando por el móvil, andando a la espera de que un semáforo pase a verde; personas chocándose unas contra otras, pero con una distancia infinita entre ellas; una muchedumbre desconfiada. Un claxon, un "¡gilipollas, mira por dónde vas!", los ruidos de cualquier obra, las motos sin tubo de escape, las sirenas de policía... el sonido de la vida.
Avancé entre personas -ninguna de ellas me llegó a importar en absoluto- hacia la librería papelería [...] Me dirigí directamente a la sección de papelería, dejando atrás todos los estantes repletos de libros, no sin antes echarles un ojo añorando todos aquellos años en los que me deleitaba leyendo las últimas novedades, cuando en mi vida aún tenía tiempo para dedicarlo a la lectura [...] Al contrario de lo que temí en un primer momento, no me costó nada encontrar lo que andaba buscando. Allí estaban, dentro de cubiletes de plástico gigantes, decenas de bolígrafos de gel verde. Cogí uno, sólo uno, el primero que se magnetizó en mi mano. Lo atrapé entre mis dedos y por Dios -cualquiera- que me temblaba el pulso, como cuando cogí en brazos a Carlitos por primera vez.
Me acerqué a caja con el boli entre unos dedos que no dejaban de sudar [...] Un euro y medio, ni más ni menos, eso fue lo que me costó mi cambio de vida. Un euro y medio fue el precio." (fragment pàg. 90-91)
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