dimecres, 5 de maig del 2010

AIGUA VIVA...



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Esta es mi tierra

Su primera irrupción como novelista -y novelista de fuste- se produjo en 1952 con su obra Congreso en Estocolmo.
Y nueve años después publicaría El río que nos lleva objeto de esta edición [...] La consagración definitiva de Sampedro se produciría en 1981 con la aparición de Octubre, octubre, novela compleja y hermosa en la que su autor había venido trabajando diecinueve años. Después vendrían

La sonrisa etrusca, La vieja sirena y Real Sitio. Todas aplaudidas por lo lectores y no demasiado atendidas por los críticos. La razón principal de este silencio o de este aplauso asordinado creo que se justifica por la vocación de un escritor que escribe lo que quiere y como quiere, al margen de las modas y de los cenáculos literarios. Lo que a él le importa es la cálida comunión con los lectores, que consigue como nadie. (pág. 16-17, fragmento de la Introducción)

"Todo título cuando no es arbitrario o desconcertante contiene en miniatura el orbe narrativo o la esencia de un poema. En el presente caso, José Luis Sampedro acierta al dotar al título de una significación rica y resonante. En un primer nivel el río conductor es el Tajo con su bravura o su calma, por el que circula, en arcaico transporte fluvial, la maderada, es decir, los troncos de árboles cortados de cuya marcha se ocupan los gancheros . En la novela se nos presenta la construcción del embalse de Entrepeñas que, al ser terminado, impediría ya para siempre la circulación de los troncos por el río. Por lo tanto, la obra tiene un regusto implícito y más intenso de viaje final, aunque la vida cotidiana de los gancheros parece no tener fisuras y estar, por consiguiente, abocada a la repetición [...] El río -que tiene resonancias de Heráclito y Jorge Manrique- queda actualizado y vivificado por la acertada inclusión del pronombre "nos" y la fatalidad del verbo "lleva", que nos convierte a todos en una maderada cíclica que un día se estrellará contra el embalse de la muerte." (pág. 76-77)
"Al principio durmió profundamente. Después le pareció, ignorando si estaba o no despierto, que los durmientes en torno a la hoguera se agitaban y desaparecían. Luego caminó y caminó por un planeta confuso, tras algo que era a veces una sombra y a veces una luz; hasta que, de repente, por los misterios del sueño desembocó ante una clarísima visión: una ensenada oro y azul, en una isla de archipiélago mediterráneo. Tranquila bajo el sol, con pinos escalando el promontorio rocoso y, en lo alto, las truncadas columnas de un templo consagrado a los antiguos dioses, a aquéllos hechos a imagen y semejanza del hombre. Ante aquel mundo tan redondo, tan firme sobre sí mismo, Shannon comprendió que al fin había llegado. Y bajo la sombra risueña de un pino, sobre la arena dorada, se durmió en paz." (pág. 129)


José Luis Sampedro entrevistat a tv3
Singulars